El
crecimiento longitudinal es la etapa de inseguridad psíquica general.
El
crecimiento acelerado de manos y pies, brazos y piernas, así como de la
estructura ósea, acarrea a los jóvenes considerables problemas en el ámbito de
las destrezas técnicas.
- pérdida de confianza en sí mismo,
- hipersensibilidad,
- oscilaciones del estado de ánimo,
- cambios de interés pronunciados,
- comportamiento imprevisible,
- pulsión exagerada de búsqueda de reconocimiento por parte del entorno.
La pubertad se considera generalmente como la etapa
crítica de la edad del desarrollo. Como promedio se señalan a los 12 -13 años
de edad para el inicio
de estos cambios corporales y
psíquicos. Las chicas pasan por su desarrollo puberal con 1 ó 2 años de
antelación.
Sin embargo, los procesos de desarrollo de la pubertad
comienzan a edades muy diferentes según los individuos. En compañeros de edad
del mismo sexo se pueden constatar a veces desajustes temporales de entre 1 y 2
años. En estos casos, hablamos de desarrollos precoces y tardíos.
Esta aceleración del crecimiento en la pubertad afecta
en primer lugar la estructura ósea. Ciertamente, en esta etapa del llamado
crecimiento longitudinal (1a fase puberal) los músculos y los órganos
crecen también, pero ello tiene lugar con posterioridad. Nos referimos a este
segundo momento como la etapa del relleno corporal (2a fase
puberal), que se inicia por lo general entre 12 y 15 meses después de comenzar
el crecimiento longitudinal.
Pocos meses después de comenzar los primeros cambios
puberales se puede percibir ya la disarmonía de la apariencia corporal. El
tamaño de pies y manos y la longitud de brazos y piernas parecen excesivos en
relación con las dimensiones del tronco.
Con la aceleración del crecimiento se inicia además la
maduración sexual, que ejerce un estímulo fundamental sobre el desarrollo
corporal y psíquico del joven.
Inseguridad
Con la aceleración del crecimiento longitudinal
comienza una etapa crítica de inseguridad psíquica general.
Debido a la desproporción entre las extremidades y la
musculatura, las secuencias motoras y las tareas deportivas dominadas ya antes
del inicio del crecimiento resultan más difíciles.
El sistema musculoligamentario, de crecimiento más
lento, no es capaz temporalmente de realizar los movimientos aprendidos con la
exactitud y velocidad acostumbradas.
Estas dificultades en el ámbito de las capacidades de
coordinación (técnica del fútbol) tienen un reflejo especialmente negativo en
una modalidad como el fútbol, en la cual se deben unir (coordinar) los
movimientos del balón con los do la propia marcha. Se tiene la impresión de
que los jóvenes, en esta época del crecimiento longitudinal, no son capaces de
controlar del todo sus extremidades.
Desde la edad escolar el niño acostumbra buscar, sobre
todo con sus capacidades deportivas, el reconocimiento y la consideración
dentro de su grupo de edad y ante el entrenador, lo que determina su
importancia entre los compañeros y, por tanto, el sentimiento de la propia
valía. Si con el crecimiento longitudinal aparecen dificultades súbitas en los
instrumentos infantiles de la propia presentación, la confianza del joven en sí
mismo comenzará necesariamente a retroceder. Se extienden las dudas, la
inseguridad, inhibiciones y sensaciones de miedo. El joven no entiende aún
estos problemas. Los cambios y las experiencias de la madurez sexual le
plantean preguntas nuevas y, unidos a éstas, nuevos problemas en el trato con
sus compañeros de juego. El joven busca explicaciones. La consecuencia es una
inclinación perceptible hacia el ego y hacia los procesos que tienen lugar en
el propio cuerpo. El ego pasa a ser el punto central de su atención y el
principal criterio de valoración de los procesos que ocurren a su alrededor,
esto es, el punto de partida de su comprensión y evaluación del entorno.
Hipersensibilidad
La inseguridad crea una especial sensibilidad hacia
todos los comentarios y acontecimientos que podría afectar el propio ego,
sobre todo cuando se quiere mantenerla oculta frente al entorno, esto es, de
los compañeros de edad y de las personas de referencia.
Este tipo de sensibilidad destruye rápidamente la
seguridad en sí mismo, incrementa la irritabilidad del joven y origina cambios
en el estado de ánimo de inusual intensidad y frecuencia, que resultan
incomprensibles para quienes los ven desde fuera.
Detalles accesorios, de importancia secundaria, o una
palabra insospechada pueden a veces bastar para sumergir repentinamente al
joven en un estado de depresión y apatía. De igual forma, unas palabras dichas
de forma inocua pueden provocar una reacción exagerada, agresiva, pues la
inseguridad sobre la propia valía en el entorno (inseguridad sobre el papel
representado) y la falta de confianza en sí mismo hacen que se valore exageradamente
el mínimo incidente, tomado como piedra de toque de las ideas o
posicionamientos de compañeros, padres o entrenador respecto al joven.
Comportamiento
desequilibrado
En la etapa de inseguridad psíquica general, el joven
orienta marcadamente su comportamiento en función de las reacciones y opiniones
de sus semejantes. Busca cualquier forma de evitar una apreciación escasa,
procurando siempre ocultar la propia inseguridad. Su comportamiento se vuelve desequilibrado, poco previsible.
Con formas de comportamiento
exageradas, que pretenden fingir ante su entorno el modelo de personalidad
elaborado y deseado, el joven cree protegerse de una supuesta situación embarazosa
frente a sus compañeros de edad, sus padres o su entrenador.
Las actitudes típicas son, p. ej., una representación exagerada de sí mismo, una
conducta estúpida o impertinente. El adolescente procura demostrar
independencia y autonomía Se aparta visiblemente de las costumbres y formas de
vida previas, se rebela contra ellas Se suele hablar en este contexto de “edad
del pavo". El joven quiere dejar claro que no es ya un niño, sino un adulto. Suele aparentar arrogancia, exhibe
su fuerza e intenta impresionar en su entorno, y sobre todo a las personas de
autoridad como sus padres o entrenador, imitando conscientemente formas de
comportamiento y modos de hablar de los adultos.’
No es extraño que en el juego y en el entrenamiento se
porte deliberadamente como un aguafiestas entre sus compañeros de edad. Las
faltas premeditadas, carentes por completo de motivación, la protesta contra
sus compañeros de juego, la burla y la provocación del enfado son “peticiones”
ocultas de reconocimiento y atención, típicas de esta etapa crítica del
desarrollo.
Delante de sus compañeros de edad rechaza, a menudo de
forma brusca, los consejos de los adultos por buena que sea su intención,
intentando así mostrar a unos y a otros que desea ser tomado en cuenta y
tratado como una personalidad autónoma capaz de pensar por sí mismo y de
cuidarse de sí mismo. El que es capaz de impresionar a los adultos, de
imponerse frente a ellos, se hace al instante con la consideración de sus
compañeros de edad.
No obstante, la falta de experiencia vital y la
inferioridad física y mental suelen deparar el fracaso de estos primeros
intentos del joven por adquirir un nuevo status de su pape social. La
consecuencia es un impulso de obstinación y agresión contra su entorno. El
joven se muestra descontento consigo mismo y con sus amigos y compañeros de
juegos. A veces se muestra incorregible, difícilmente accesible.
Cambio de
intereses
Durante esta etapa crítica del desarrollo los jóvenes cambian
con particular rapidez y frecuencia sus objetos de interés y sus preferencias.
Lo que no sale bien sobre la marcha no resulta divertido; se dedican a
actividades (modalidades deportivas) que les prometen más “éxito”. Esta
circunstancia ocurre sobre todo en los ámbitos en los que se esperan
determinados rendimientos del joven, ya sea en la escuela, en el aprendizaje o en la asociación deportiva. “No puede”, se
escucha a menudo después de un primer intento fallido. El joven carece de
constancia, porque su falta de confianza en sí mismo no le ofrece
expectativas de éxito, ni por tanto el pretendido reconocimiento dentro de su
entorno social.
Así pues, esta consideración y reconocimiento los
buscará en otros ámbitos del comportamiento en su tiempo libre. Le gustará
sentirse envidiado por tener una amiga El cigarrillo se convierte en un símbolo
de su condición de adulto y sustituye en muchos casos al rendimiento deportivo.
El joven evita con sumo gusto el “riesgo” del fracaso.
Se dedica a intereses y actividades que proporcionan diversión y no están
asociados con expectativas elevadas por parte del entorno.
No hay comentarios:
Publicar un comentario