Con el crecimiento en
anchura se superan progresivamente las dificultades en el contacto con el balón
y con el propio cuerpo, como también la inseguridad psíquica general.
Se crean las condiciones
para una capacidad de rendimiento corporal en rápido crecimiento.
Las formas de comportamiento típicas de la edad son:
-
retorno de la confianza en uno mismo
-
pensamiento y acción objetivos y con
conciencia de los problemas
-
posición
crítica objetiva frente al entorno.
En la 2a fase del desarrollo de la
pubertad, conocida generalmente como crecimiento en anchura, tiene lugar la
recuperación de la armonía corporal y mental. El aceleran del crecimiento
longitudinal ha superado su punto álgido y empieza a disminuir progresivamente,
mientras que los músculos y los órganos experimentan un fuerte impulso de
crecimiento y compensan el “atraso” transitorio que se originó en la época del
crecimiento longitudinal.
Ei final de los procesos de
crecimiento tiene lugar mucho después de la etapa puberal. De la
condrificación definitiva y la fijación del armazón óseo en su conjunto no se
puede hablar hasta pasados los 20 años de edad.
Con el aceleran del crecimiento
de la musculatura aumenta rápidamente la capacidad de rendimiento corporal del
joven, sobre todo en los ámbitos dependientes del asentamiento de la fuerza
muscular.
Con el aumento de la capacidad
de rendimiento deportivo el joven revive aquellos éxitos personales cuya
ausencia durante la fase de crecimiento longitudinal fue corresponsable de la
pérdida de la seguridad en sí mismo y de la confianza en sus capacidades.
Confianza en sí mismo
Estas vivencias felices
ejercen un influjo positivo tanto sobre su desarrollo psíquico como sobre su
relación con el entorno. La confianza en sí mismo, uno de los requisitos esenciales
para la mejora del rendimiento en el deporte y en todos los demás ámbitos, crece
con el tiempo. Con el aumento de confianza en sí mismo el joven es capaz de asentar
y fortalecer ventajosamente el sentimiento de la propia valía, esto es, la valoración
propia de sí mismo dentro del grupo, tan importante para el desarrollo de la personalidad.
De esta forma, se crean para él las condiciones decisivas para dirigir su
interés, que se desvía desde el propio ego hacia el entorno.
Pensamiento
objetivo
Mientras
que hace sólo unos pocos meses el joven
valoraba todos los acontecimientos y el comportamiento de sus semejantes desde
la perspectiva casi única de sus propias preferencias, deseos y necesidades,
con una forma de pensar fuertemente referida al ego (egocéntrica), al
acercarse el final de los síntomas de crecimiento de la pubertad va madurando
hasta que su personalidad comienza a
separar progresivamente persona y
objeto, a pensar y actuar de forma más objetiva y razonable.
Esto se ve claramente en un
equipo de fútbol cuando se habla, en esta etapa vital, de los objetivos comunes
y de las posibles vías para alcanzar el éxito. El joven se compromete más
intensamente con el objetivo, y deja de tomar las correcciones y las propuestas
de mejora a cargo del entrenador o de otros jugadores como un ataque personal
contra él. En lugar de esto, el despertar de la confianza en sí mismo le hace
pronto sentirse como un miembro reconocido de su grupo, que puede aportar sus
propios pensamientos y examinar y comentar de forma crítica las ideas y
propuestas de los demás.
Su forma de análisis,
cercana al problema, le permite también comprender y tolerar las diferencias de
rendimiento y de carácter entre sus compañeros. Aumenta la disponibilidad y
también la capacidad para hablar seriamente sobre sus propios problemas y sobre
los de los demás, para ver y admitir las inconveniencias de su comportamiento y
para asumir su responsabilidad ante una cosa o un compañero.
Examen crítico
Con la capacidad para pensar
y actuar de forma objetiva y razonable el joven adopta en el trascurso de la 2a
fase de desarrollo puberal una actitud crítica frente a su entorno y frente a
las exigencias y actividades de éste. Ya no se da por contento con una formulación.
Quiere conocer por propia experiencia las causas, las razones, examinar el
contexto y preguntar sobre circunstancias colaterales. Examina la validez de
las opiniones y las formas de comportamiento. Para el joven en el final de la
etapa de desarrollo puberal las órdenes no son ya tareas que tiene que cumplir,
como en la edad escolar, obedeciendo para asegurarse con ello el reconocimiento
del entrenador. Ahora las afirmaciones enunciadas y las normas son examinadas
con lupa. El joven necesita que le convenzan. Ha de formar su propio juicio. Lo
que le convence produce en él un compromiso especial, tesón, constancia y una
gran fuerza de voluntad, que muestran a las claras su temperamento aún juvenil.
Su capacidad de comprensión
y juicio crítico le capacitan ahora para hacer valer sus propias ideas,
objetivos y visión frente a un entorno crítico. Las últimas aportaciones al
asentamiento y la consolidación del perfil de la propia personalidad suponen el
fin de la maduración psíquica que convierte al niño en un adulto.
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