martes, 25 de agosto de 2015

El crecimiento en anchura (2a fase puberal; cadetes, 14-16 años de edad)




Con el crecimiento en anchura se superan progresivamente las dificultades en el contacto con el balón y con el propio cuerpo, como también la inseguridad psíquica general.
Se crean las condiciones para una capacidad de rendimiento cor­poral en rápido crecimiento.
Las formas de comportamiento típicas de la edad son:
-            retorno de la confianza en uno mismo
-            pensamiento y acción objetivos y con conciencia de los problemas
-           posición crítica objetiva frente al entorno.
En la 2a fase del desarrollo de la pubertad, conocida generalmente como crecimien­to en anchura, tiene lugar la recuperación de la armonía corporal y mental. El aceleran del crecimiento longitudinal ha superado su punto álgido y empieza a disminuir progre­sivamente, mientras que los músculos y los órganos experimentan un fuerte impulso de crecimiento y compensan el “atraso” transitorio que se originó en la época del creci­miento longitudinal.
Ei final de los procesos de crecimiento tiene lugar mucho después de la etapa pube­ral. De la condrificación definitiva y la fijación del armazón óseo en su conjunto no se puede hablar hasta pasados los 20 años de edad.
Con el aceleran del crecimiento de la musculatura aumenta rápidamente la capaci­dad de rendimiento corporal del joven, sobre todo en los ámbitos dependientes del asen­tamiento de la fuerza muscular.
Con el aumento de la capacidad de rendimiento deportivo el joven revive aquellos éxi­tos personales cuya ausencia durante la fase de crecimiento longitudinal fue corresponsable de la pérdida de la seguridad en sí mismo y de la confianza en sus capacidades.
Confianza en sí mismo
Estas vivencias felices ejercen un influjo positivo tanto sobre su desarrollo psíquico como sobre su relación con el entorno. La confianza en sí mismo, uno de los requisitos esenciales para la mejora del rendimiento en el deporte y en todos los demás ámbitos, crece con el tiempo. Con el aumento de confianza en sí mismo el joven es capaz de asentar y fortalecer ventajosamente el sentimiento de la propia valía, esto es, la valora­ción propia de sí mismo dentro del grupo, tan importante para el desarrollo de la perso­nalidad. De esta forma, se crean para él las condiciones decisivas para dirigir su interés, que se desvía desde el propio ego hacia el entorno.
           Pensamiento objetivo
Mientras que hace sólo unos pocos meses el joven valoraba todos los aconteci­mientos y el comportamiento de sus semejantes desde la perspectiva casi única de sus propias preferencias, deseos y necesidades, con una forma de pensar fuertemente refe­rida al ego (egocéntrica), al acercarse el final de los síntomas de crecimiento de la puber­tad va madurando hasta que su personalidad comienza a separar progresivamente per­sona y objeto, a pensar y actuar de forma más objetiva y razonable.
Esto se ve claramente en un equipo de fútbol cuando se habla, en esta etapa vital, de los objetivos comunes y de las posibles vías para alcanzar el éxito. El joven se com­promete más intensamente con el objetivo, y deja de tomar las correcciones y las pro­puestas de mejora a cargo del entrenador o de otros jugadores como un ataque perso­nal contra él. En lugar de esto, el despertar de la confianza en sí mismo le hace pronto sentirse como un miembro reconocido de su grupo, que puede aportar sus propios pen­samientos y examinar y comentar de forma crítica las ideas y propuestas de los demás.
Su forma de análisis, cercana al problema, le permite también comprender y tolerar las diferencias de rendimiento y de carácter entre sus compañeros. Aumenta la disponi­bilidad y también la capacidad para hablar seriamente sobre sus propios problemas y sobre los de los demás, para ver y admitir las inconveniencias de su comportamiento y para asumir su responsabilidad ante una cosa o un compañero.
Examen crítico
Con la capacidad para pensar y actuar de forma objetiva y razonable el joven adop­ta en el trascurso de la 2a fase de desarrollo puberal una actitud crítica frente a su entor­no y frente a las exigencias y actividades de éste. Ya no se da por contento con una for­mulación. Quiere conocer por propia experiencia las causas, las razones, examinar el contexto y preguntar sobre circunstancias colaterales. Examina la validez de las opinio­nes y las formas de comportamiento. Para el joven en el final de la etapa de desarrollo puberal las órdenes no son ya tareas que tiene que cumplir, como en la edad escolar, obedeciendo para asegurarse con ello el reconocimiento del entrenador. Ahora las afir­maciones enunciadas y las normas son examinadas con lupa. El joven necesita que le convenzan. Ha de formar su propio juicio. Lo que le convence produce en él un com­promiso especial, tesón, constancia y una gran fuerza de voluntad, que muestran a las claras su temperamento aún juvenil.
Su capacidad de comprensión y juicio crítico le capacitan ahora para hacer valer sus propias ideas, objetivos y visión frente a un entorno crítico. Las últimas aportaciones al asentamiento y la consolidación del perfil de la propia personalidad suponen el fin de la maduración psíquica que convierte al niño en un adulto.



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