La primera fase puberal –conocida también como segunda transformación morfológica comienza entre los 11 y 12 años en las chicas y entre los 12 y 13 en los chicos, y se prolonga hasta la edad de 13-14 o de 14-15 años.Los cambios bruscos en la existencia física irrupción de la sexualidad, disgregación de las estructuras infantiles, empujones marcados que afectan las proporciones (aumento anual de estatura de hasta 10 cm y de peso de hasta 9,5 kg) provocan una acentuada inestabilidad psíquica, alimentada además en gran medida por la inestabilidad hormonal. La nueva existencia corporal tiene que pasar
por un proceso de elaboración psíquica.
Con la entrada en la pubertad, el proceso de separación de la casa paterna experimenta un nuevo impulso. Como rasgos característicos podemos mencionar un comportamiento crítico y un cuestionamiento de las autoridades hasta entonces aceptadas. El deseo de independencia y responsabilidad propia se sitúa en un primer plano. La discrepancia entre el querer y el poder provoca a veces fuertes conflictos con el mundo de los adultos, un distanciamiento frente a los padres, profesores y entrenadores, con el correlato de una mayor dedicación al grupo de la misma edad. El grupo de coetáneos es la medida de todas las cosas.
Se otorga un gran valor a las actividades comunes de la cuadrilla de amigos.
Del entorno social se espera experiencia y respeto mutuo; en el ámbito deportivo esto se refiere sobre todo al profesor y al entrenador. El derecho democrático a tener voz en el momento de organizar el ejercicio deportivo y la participación activa en dicha organización son exigencias básicas en esta etapa de edad.
El cambio completo de la existencia psicofísica y social conlleva profundas transformaciones en el abanico de intereses generales, circunstancia que no deja de incidir sobre el interés por el deporte. También sufren una profunda transformación las expectativas asociadas a la actividad deportiva.
por un proceso de elaboración psíquica.
Con la entrada en la pubertad, el proceso de separación de la casa paterna experimenta un nuevo impulso. Como rasgos característicos podemos mencionar un comportamiento crítico y un cuestionamiento de las autoridades hasta entonces aceptadas. El deseo de independencia y responsabilidad propia se sitúa en un primer plano. La discrepancia entre el querer y el poder provoca a veces fuertes conflictos con el mundo de los adultos, un distanciamiento frente a los padres, profesores y entrenadores, con el correlato de una mayor dedicación al grupo de la misma edad. El grupo de coetáneos es la medida de todas las cosas.
Se otorga un gran valor a las actividades comunes de la cuadrilla de amigos.
Del entorno social se espera experiencia y respeto mutuo; en el ámbito deportivo esto se refiere sobre todo al profesor y al entrenador. El derecho democrático a tener voz en el momento de organizar el ejercicio deportivo y la participación activa en dicha organización son exigencias básicas en esta etapa de edad.
El cambio completo de la existencia psicofísica y social conlleva profundas transformaciones en el abanico de intereses generales, circunstancia que no deja de incidir sobre el interés por el deporte. También sufren una profunda transformación las expectativas asociadas a la actividad deportiva.
El interés por el deporte disminuye de forma abrupta con la entrada en la pubertad. La actividad deportiva, que en la edad escolar era poco menos que “el sentido de la vida”, sufre una fuerte presión de sus competidores y pierde relevancia.
La actividad deportiva se basa sobre todo en la necesidad de contacto social con personas de la misma edad. La emulación, la rivalidad y la necesidad de competir han perdido terreno en comparación con las
etapas previas del desarrollo.
La actividad deportiva se basa sobre todo en la necesidad de contacto social con personas de la misma edad. La emulación, la rivalidad y la necesidad de competir han perdido terreno en comparación con las
etapas previas del desarrollo.
Consecuencias para la práctica del entrenamiento:
El fuerte aumento de estatura y peso, que se refleja en un pronunciado empeoramiento de las relaciones pesofuerza,suele producir pérdidas en la capacidad de rendimiento coordinativo. La precisión de la regulación motora deja bastante que desear: los movimientos excesivos son típicos de esta edad. Por otra parte, la pubertad es la edad de la entrenabilidad máxima de las características físicas, y específicamente la primera fase puberal.
Estas nuevas circunstancias exigen el correspondiente enfoque del entrenamiento. Así pues, en la primera fase puberal se mejoran punto por punto las capacidades físicas, mientras que las coordinativas se estabilizan únicamente, o se consolidan poco a poco en el mejor de los casos.
El predominio del análisis intelectual en esta edad permite nuevas formas de aprendizaje motor y de organización general del entrenamiento. Dado el nuevo catálogo de expectativas del joven, se debería conceder más importancia a la participación en el momento de planificar a la propia realización en la cuadrilla de amigos y a una oferta de entrenamiento amplia (aprender, ejercitar, jugar), individualizando cada vez más el control de la actividad. Los conflictos latentes se deberían clarificar a la luz del día, sin adoptar posturas de autoridad. A la hora
de dosificar la carga, se deberían tener en cuenta las fuertes oscilaciones en el abanico de motivaciones del joven.
La primera fase puberal es época de transformaciones bruscas. Los errores en la configuración del entrenamiento (demasiado duro, demasiado unilateral), y sobre todo en el trato con el joven, son las causas primordiales del abandono de la actividad deportiva, precisamente en una época en la que los estímulos del desarrollo deportivo revisten una especial importancia. Con un régimen de trato prudente, igualitario y respetuoso con la autonomía y los deseos del joven, y con un programa de entrenamiento
dosificado de forma individual, el entrenador asume la difícil tarea de mantener y estabilizar la motivación deportiva de su alumno, y de resolver las situaciones de conflicto con el necesario grado de sensibilidad pedagógica.
Estas nuevas circunstancias exigen el correspondiente enfoque del entrenamiento. Así pues, en la primera fase puberal se mejoran punto por punto las capacidades físicas, mientras que las coordinativas se estabilizan únicamente, o se consolidan poco a poco en el mejor de los casos.
El predominio del análisis intelectual en esta edad permite nuevas formas de aprendizaje motor y de organización general del entrenamiento. Dado el nuevo catálogo de expectativas del joven, se debería conceder más importancia a la participación en el momento de planificar a la propia realización en la cuadrilla de amigos y a una oferta de entrenamiento amplia (aprender, ejercitar, jugar), individualizando cada vez más el control de la actividad. Los conflictos latentes se deberían clarificar a la luz del día, sin adoptar posturas de autoridad. A la hora
de dosificar la carga, se deberían tener en cuenta las fuertes oscilaciones en el abanico de motivaciones del joven.
La primera fase puberal es época de transformaciones bruscas. Los errores en la configuración del entrenamiento (demasiado duro, demasiado unilateral), y sobre todo en el trato con el joven, son las causas primordiales del abandono de la actividad deportiva, precisamente en una época en la que los estímulos del desarrollo deportivo revisten una especial importancia. Con un régimen de trato prudente, igualitario y respetuoso con la autonomía y los deseos del joven, y con un programa de entrenamiento
dosificado de forma individual, el entrenador asume la difícil tarea de mantener y estabilizar la motivación deportiva de su alumno, y de resolver las situaciones de conflicto con el necesario grado de sensibilidad pedagógica.
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