PREBENJAMINES
Desde los 4 años de edad hasta los 8 años los niños aprenden a entender y dominar su entorno y las circunstancias de éste a través de juegos.
La multiplicidad de sus juegos, con las más variadas formas de movimiento y con objetivos lúdicos determinados por ellos mismos, garantiza un desarrollo equilibrado y amplio de las capacidades de coordinación y de las capacidades generales de juego, que serán básicas para el ulterior alto rendimiento en las modalidades deportivas. Los juegos típicos de la edad, definidos por los propios niños, constituyen hasta los 8 años aproximadamente un excelente entorno de desarrollo y aprendizaje para la creatividad y la fantasía.
Con el ingreso en la edad escolar, el niño inicia una etapa prolongada (4 años aproximadamente “los mejores años del aprendizaje”) caracterizada por un equilibrio corporal y psíquico.
Benjamines y alevines
Hasta los 10 años de edad aproximadamente el niño se orienta aún de forma muy marcada por el comportamiento, la personalidad y los esquemas de valores de los adultos (padres, profesores, entrenadores).
A partir de alrededor de los 10 años (alevines) el niño busca con mayor intensidad la estima y el reconocimiento de sus compañeros de edad, y adecúa el comportamiento propio en mayor medida a los valores de sus compañeros de juego (del grupo, del equipo).
A partir de la etapa de prebenjamines el niño, aún desequilibrado e hipersensitivo (época de transición desde un primer estirón del crecimiento en la etapa preescolar), con un escaso grado de confianza en sí mismo, se transforma a partir de los 8 años de edad aproximadamente en un escolar optimista, con los rasgos típicos del comportamiento en esta etapa:
- gusto marcado por el movimiento,
- intensa curiosidad y pasión por conocer,
- postura poco crítica,
- gusto por la imitación (juegos de rol).
Hasta la aparición de los primeros estirones del crecimiento en la pubertad los niños poseen, como consecuencia de las características enumeradas, una elevada capacidad de aprendizaje en el ámbito de lasdestrezas técnicas, y también en lo referente a sus capacidades mentales y psíquicas.
Armonía corporal y psíquica.
Con la conquista” del juego del fútbol en su más tierna infancia los niños han adquirido ya, en la etapa preescolar entre los 4 y 6 años de edad, un entorno de aprendizaje paralelo al parvulario tradicional, repleto de posibilidades y también de riesgos para su desarrollo. Para el proceso de desarrollo global del niño, para el desarrollo global y armónico de su personalidad individual, es muy importante que sus experiencias motoras sean variadas y suficientes. A través de la confrontación activa consigo mismo y con su cuerpo, con sus entornos espacial, material y personal, el niño acumula experiencias y adquiere nuevas impresiones, vivencias y cogniciones. Las condiciones de aprendizaje comunes a todas las modalidades deportivas conforman durante el desarrollo infantil una base decisiva para el rendimiento en todas las ulteriores actividades deportivas. Cuando la oferta de posibilidades y tareas motoras amenas es insuficiente, las necesidades infantiles se ven reprimidas, lo que supone una serie de consecuencias a largo plazo para el desarrollo de la personalidad. Así, el déficit de salud, las carencias en la integración social, en la confianza en sí mismo y en la adquisición de conocimientos estarían programados con antelación. Con el ingreso en la escuela, con sus nuevos contactos sociales, nuevas exigencias y nuevos objetivos marcados, comienza una nueva etapa decisiva en la vida de un niño. En el trascurso de estos años tienen lugar procesos importantes para la vida posterior del niño. Con el rápido incremento de fuerza y capacidad de rendimiento corporal comienzan a actuar sobre el comportamiento las características mentales y psíquicas decisivas para la capacidad de aprendizaje, particularmente buena en esta edad: confianza en sí mismo, curiosidad y gusto por el movimiento.
El adulto, esto es, los padres, profesores y entrenadores, sigue ocupando el punto central del sistema infantil de valores. El niño se orienta en gran medida por el comportamiento de los adultos, imitando lo que hacen y representando el papel que su modelo les ofrece. Se eligen ídolos deportivos y se trata de emularlos. Jugar algún día como Raúl o recibir los aplausos como delantero de la selección nacional son modelos que satisfacen los deseos y juegos infantiles.
A partir de los 10 años aprox. el niño va cambiando sus objetos de interés cada vez más desde sus personas de referencia adultas hacia sus compañeros de edad. En las etapas de prebenjamines y de benjamines el entrenador recompensa con su elogio y reconocimiento los esfuerzos del niño, pero en la etapa de alevines el niño ya va poniéndose a prueba y haciéndose notar en el círculo de sus compañeros de juego. La consideración y el reconocimiento del grupo de edad determinan el rango, el papel del niño entre sus compañeros y, con ello, el esfuerzo por mejorar en sus actividades.
Fase de transición corporal
Los primeros años escolares, hasta los 8 años como promedio, se encuentran en gran medida bajo los estímulos del crecimiento que se han dado en la etapa preescolar, que desembocan en la fase de equilibrio general de la edad escolar. Estos cambios del crecimiento que ocurren durante la edad preescolar están determinados por un crecimiento acelerado de la estructura ósea. El niño aumenta rápidamente de estatura, mientras que su musculatura queda por detrás, con su desarrollo más lento, y los niños dan a menudo la impresión de desequilibrio más o menos pronunciado entre estatura y corpulencia. Las dificultades motoras transitorias que resultan de esta situación remiten posteriormente, con varios meses caracterizados por un crecimiento muscular acelerado.
Los escolares que viven esta fase de transición muestran por lo general una constitución y un comportamiento bastante desequilibrados. Pierden rápidamente el interés por las cosas y por las tareas que no son capaces de solventar al instante, o que no resultan de la manera esperada. Las nuevas modalidades de luego o deportivas se encuentran con un entusiasmo espontáneo o con un rechazo persistente, dependiendo del modo en que el profesor o el entrenador se las haya presentado, se las haya "condimentado".
Las derrotas y los fracasos en juegos y competiciones menores provocan a menudo enfado y conflicto con el entorno. Las reacciones de obstinación y una tendencia aparentemente sin sentido hacia otros intereses y actividades apuntan a una capacidad de concentración aún escasa, típica también de esta breve etapa del desarrollo.
En el transcurso de los dos primeros años escolares, el crecimiento de la estructura ósea se hace progresivamente más lento. La musculatura puede ahora recuperarse en mayor medida y las formas del cuerpo marcarse en correspondencia. Hasta los 9 años de edad aproximadamente la fuerza corporal aumenta más del doble en comparación con la etapa preescolar, y crece de forma constante a lo largo de los años. En la práctica, el desarrollo y el asentamiento de la musculatura sobrepasan el avance del crecimiento en sentido longitudinal y transmiten de nuevo la impresión de equilibrio entre estatura y perímetro (masa) muscular.
Junto a este desarrollo corporal favorable aparece un considerable aumento del rendimiento en los ámbitos de la velocidad de reacción y de movimiento, habilidad y capacidades coordinativas, todos ellos importantes para los juegos deportivos y decisivos en todas las destrezas técnicas del fútbol.
Este aumento del rendimiento en el desarrollo deportivo se mantiene hasta alrededor de los 12 años de edad hasta la aparición de una nueva aceleración del crecimiento en sentido longitudinal.
El aumento perceptible de la fuerza corporal y de la capacidad de rendimiento ejerce un efecto favorable sobre la confianza en sí mismo del escolar. El niño busca la actividad corporal y desea medir sus fuerzas con otros niños, sobre todo en los dos últimos años de esta etapa del desarrollo (alevines); en este momento los compañeros de juego y de la escuela se encuentran precisamente en el centro del interés del niño, y la estima y reconocimiento por parte de éstos son el fundamento de la sensación del propio valer, y por tanto de la confianza en uno mismo. La fuerza corporal y la habilidad motora deciden ahora la valía y la consideración del individuo entre sus compañeros de edad.
La atención de los niños se dirige ahora en mayor medida también hacia su entorno. Se habla de una “explosión de curiosidad”, que tiene su expresión en una creciente exploración de lo nuevo y desconocido. Los niños comienzan a observar con especial detalle. Quieren averiguar mediante la experiencia propia cómo son las cosas y cómo reaccionan ante una determinada acción. La etapa escolar es un período en el que los niños nos asaltan a preguntas.
Si bien en los primeros años escolares puede observarse un interés poco crítico por todo lo nuevo (la opinión de los adultos se acepta sin examen propio), al final de la edad escolar, a partir de los 10 años de edad aproximadamente, se desarrolla una valoración más objetiva de los acontecimientos y las formulaciones verbales, acompañada de los primeros distanciamientos críticos frente a los adultos.
Los errores, carencias y debilidades que el escolar cree reconocer tienen ahora una expresión verbal. Se desarrolla un marcado sentido de honradez, carente no obstante de la comprensión de las motivaciones y condicionamientos de los demás. Algunos adultos chocan contra estas actitudes, pues el niño, crítico con las cosas, no es capaz aún de empatizar con la situación psíquica particular de sus semejantes. Dice lo que piensa y lo que quiere, de forma sencilla, clara y sin tapujos.
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